viernes, 9 de agosto de 2013

Diez gramos en la mochila

No puedo evitarlo. A diez días de irme a los Pirineos para empezar el Camino estoy en pleno proceso de revisión del contenido de la mochila. Todos los elementos de la mochila están en cuatro grandes categorías:
  • Sí hay que llevarlo.
  • No hay que llevarlo.
  • Me gustaría llevarlo.
  • ¿Para qué llevo esto?
El factor determinante es el peso y, como si se tratara de un coche de fórmula 1 en el que se pesan todas y cada una de las piezas, entre una camiseta de 127 gramos y una de 129 gramos, la decisión está clara.

Ya compartí en una entrada previa, la lista de cosas que me iba a llevar, y ahora toca afinar un poco, elegir los elementos más ligeros, descartar el bote de 2 litros de gel de baño del neceser, sustituir el camping gas portátil por un mechero, cortar la pastilla de jabón por la mitad y luego llevarse sólo un cuarto, saco confort +15 o sábana-saco.

Recuerdo que el año que más peso recorté fue cuando me operé la vista. Adiós al líquido de las lentillas, el estuche de las lentillas y a las gafas. Menuda liberación. Todavía tengo pesadillas al pensar en el año que me dejé el neceser en un albergue con mi pequeño bote de líquido de lentillas y tuve que cargar por todo Lugo con el bote de medio litro que tuve que comprar en Mondoñedo.

En esas estaba, cuando vi encima del escritorio la credencial y tuve que hacerlo. La puse en la báscula: Diez gramos. Sólo diez gramos. Probablemente gane algunas micras con cada sello y casi seguro que este año necesite una segunda credencial para el tramo final. A las malas, llegando a Santiago serán 22 gramos.

¿Y si sólo llevara en la mochila la credencial?

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