domingo, 4 de agosto de 2013

Compostella, anno Domini MXIII

Desde la invasión y destrucción de Compostela, hacía ya quince inviernos por el vil Almanzor y su ejército de moros, no había visto nada tan exótico. Parecía una persona, una persona tremendamente asustada. Y lo más sorprendente es que portaba una vieira de peregrino.

En sus muchos años había visto llegar al sepulcro del Apóstol peregrinos de todo tipo, región y clase social. Pero lo que estaban viendo sus ojos superaba con creces a todos ellos y lo mismo le estaba ocurriendo a todos los habitantes que dejaban sus quehaceres diarios para observar el espectáculo.

El "peregrino" había reducido su ritmo al andar, sus rítmico crunch, clac, crunch, clac con el que se acercaba al templo se fue reduciendo al dejar de mover los dos apéndices metálicos que sujetaba con las manos y empezaba a arrastrar los pies estupefacto.


Con un rápido movimiento se desembarazó del extraño zurrón en colores azul y verde que llevaba tan perfectamente acoplado a la espalda que parecía una joroba. Se quitó el extraño sombrero con una flecha amarilla dibujada y que sólo tenía ala en la parte delantera, se secó la cara con un pequeño trozo de tela fina y roja tras desatarlo del cuello y dijo algo que sonó claramente como una maldición.

La curiosidad pudo más que el miedo y se acercó, junto con su bastón de nudos favorito, al extraño personaje que se había sentado en su zurrón y miraba incrédulo en todas direcciones. Llevaba un calzado extraño, completamente cerrado y con un intrincado dibujo en la suela, las medias eran del color de las naranjas, y se adherían como una segunda piel a su tobillo.

El resto del atuendo no era menos peculiar, una camisola negra con extraños dibujos de lo que parecían pequeñas ovejas y lobos y unos calzones con grandes bolsillos por todo el extraño tejido.

Al acercarse, el extraño alzó la mirada y sonrió con unos perfectos dientes blancos. "Ultreia" dijo con un extraño acento que recordaba vagamente al de los peregrinos venidos de tierras de Castilla. "Et suseia" contestó devolviendo la sonrisa al extraño.

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